domingo, 29 de marzo de 2009

BAFICI (8)

Entrenamiento elemental para actores de Federico León y Martín Rejtman

Rejtman y León se juntaron para el proyecto bizarro de canal 7, 200 años, que reunió hace un par de años a un conjunto de directores de teatro con directores de cine (creo que los primeros podían elegir a los segundos) para hacer una serie de telefilms que recién ahora se están completando y que no sé si se trasmitirán o si algunos ya fueron trasmitidos. Cosas del viejo ATC. En este caso, ¡se ha formado una pareja!, y el resultado es una combinación exacta de Rejtman y León que, sin parecerse a nada en la obra de ninguno de los dos, tiene cosas de uno y de otro. El profesor de teatro extremista, medio psicópata, pertenece al universo de Federico León y representa una inflexión más de su ya larga meditación sobre el teatro y la representación, comenzada en sus obras Cachetazo de campoMuseo Miguel Angel Boezzio (una de las experiencias pioneras dentro del "teatro documental" en la Argentina). También tiene, seguramente, algo de ajuste de cuentas con los maestros de la generación anterior, modelo encarnado por monstruos sagrados del teatro como Alberto Ure, Ricardo Bartis y --muy especialmente-- Norman Briski, que con teorías extremadamente elaboradas se han dedicado a torturar a generaciones de actores, como un ejercicio de poder del que sabe sobre el que no sabe, no siempre con malos resultados, hay que decirlo, pero imagino que con algún costo emocional para los involucrados. 

En Entrenamiento elemental para actores este modelo de maestro queda en el ridículo más absoluto por tratarse de clases de teatro... para chicos. Y es en ese "contraplano" de los chicos que escuchan con cara de poker --o, mejor dicho, de nada-- al profesor que expone sus teorías salvajes, donde aparece tal vez el factor Rejtman. Hay pocos cineastas con la capacidad de Rejtman para encontrarle la gracia a la situación más insospechada. Silvia Prieto debe ser la mejor comedia del cine argentino reciente y algunos de los cuentos de Rejtman me han hecho reir a carcajadas en medio de la lectura. Rejtman introduce, entonces, un abismo --sutil, pero abismo al fin-- que convierte las sentencias extremadamente serias del profesor en una materia inesperadamente cómica, como si se tratáse de un monólogo de stand-up involuntario. Lo interesante del caso es que, en otro contexto, con otros tiempos y, por supuesto, con otros interlocutores, las teorías teatrales del profesor (un impagable Fabián Arenillas) podrían ser más que atendibles, incluso suscribibles, dentro de su radicalidad. De hecho, uno se puede llegar a imaginar a León o a Rejtman haciendo suyas sus palabras (yo mismo pensé por momentos "tiene razón"). En un giro soprendente, una de las situaciones más ridículas, en la que un niño pregunta si ya están actuando y el profesor le hace repetir el diálogo, como si efectivamente estuvieran actuando, cobra visos de una profunda reflexión --inesperadamente seria ahora--  sobre la actuación. Como los dos grandes artistas radicales que son, cada uno en su terreno, Federico León (en el teatro) y Martín Rejtman (en el cine), la dupla se ríe de la radicalidad en el arte. Y esa risa, sin invalidar del todo el objeto de la burla, nos libera de los discursos y nos permite ver el mundo de nuevo.


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Rejtman es un groso. De León sólo vi "Estrellas" que no me gustó demasiado. Pero no vi ninguna de sus obras. ¿qué onda?

Anónimo dijo...

Era yo
LUCIO

Anónimo dijo...

Hi,

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