jueves, 31 de marzo de 2011

lunes, 28 de marzo de 2011

Princeton Documentary Festival (2)

Karim Aïnouz (Brazil)

Karim Aïnouz is a Brazilian filmmaker and visual artist. Aïnouz’s feature debut, Madame Satã, premiered in 2002 at the Cannes Film Festival, Un Certain Regard. His following films, Suely in the Sky, and Viajo Porque Preciso Volto Porque Te Amo (co-directed with Marcelo Gomes) premiered in the Venice Film Festival, Orizzonti, in 2006 and 2009. His films have received numerous international awards. In 2008, Aïnouz directed Alice, a 13 episode fiction series for HBO Latin America. His installations have been shown in the Whitney Museum of American Art Biennial (1997) and the São Paulo Biennial (2004).

Renate Costa (Paraguay)

Renate Costa was born in Asunción, Paraguay. She graduated in Audiovisual Direction and Production from the Paraguayan Professional Institute. She studied Documentary Filmmaking at the International Film School of San Antonio de los Baños, Cuba. Since 2006 she has lived in Barcelona, where she obtained her Master in Creative Documentary from Pompeu Fabra University and developed Cuchillo de Palo / 108.

Carlos Nader (Brazil)

Carlos Nader is a multimedia artist, writer, and editor. He lives and works in São Paulo, Brazil. His work has been screened on television, in museums, and in festivals internationally. Nader addresses issues of national culture and personal identity with humor and experimentation. Pan cinema permanente won the Best Brazilian Film award at the It's All True Documentary Festival, Sao Paulo.

Gonzalo Castro (Argentina)

Gonzalo Castro is a filmmaker and writer, born in Argentina. He directed Invernadero (Best Argentine Film BAFICI ’10), Resfriada (Best Director Award at BAFICI ’08) and Cocina (2009). He also published two novels: Hidrografía doméstica (Entropía, 2004) and Hélice (Entropía, 2010).


Princeton Documentary Festival

PRINCETON DOCUMENTARY FESTIVAL 2011

Pictures and Words

In the beginning was the Word. Documentary is often taken as the realm of the word. The voice of God narration, the eye-witness account, the confession, the sound-bite. The genre is plagued by words. Words that tell the truth, words that speak with authority, words that tell us what to see, words that are backed up by imagery as if it were evidence or –all too often- words that could quite simply do without pictures. For many Latin American documentary filmmakers, not surprisingly, words have come readily under suspicion. By the same token, the evidence presented by pictures is rarely accepted without questions. The films presented in this year’s program all work the equivocal relationship between words and pictures. In Invernadero, a real writer plays a fictional writer who shares his own name, Mario Bellatín, but not necessarily all of the same attributes. Pan-Cinema Permanente takes its title from a poem by another very real writer, Wally Salomão, who talks about the omnipresence of fiction in real life. In Cuchillo de palo, the off-screen words of the young filmmaker interact in disquieting ways with her own presence on screen as she grapples with her father’s silence. Viajo porque preciso, volto porque te amo imposes an imaginary first-person narration on documentary images of a real trip to the hinterland of the Brazilian Sertão. Each after its own wayward fashion, every one of these four extraordinary films compels us to examine the truth claims of words and pictures in the documentary context. And, by extension, consider the uses of the documentary genre itself.
Andrés Di Tella
Artistic Director

Thursday, March 24, 2011

4.30pm - Welcome by Gabriela Nouzeilles, Executive Director, and Andrés Di Tella, Artistic Director
Viajo porque preciso, volto porque te amo
by Karim Aïnouz and Marcelo Gomes (Brazil, 2009, 75 min.)
Commentary by Bruno Carvalho, Department of Spanish and Portuguese
Followed by discussion with Karim Aïnouz

Friday, March 25, 2011

3.30pm - Pan-Cinema Permanente
by Carlos Nader (Brazil, 2007, 83 min.)
Commentary by João Moreira Salles, Council of the Humanities/Department of Spanish and Portuguese
Followed by discussion with Carlos Nader

BREAK

5.30pm - Invernadero
by Gonzalo Castro (Argentina, 2010, 90 min.)
Commentary by Gabriela Nouzeilles, Department of Spanish and Portuguese
Followed by discussion with Gonzalo Castro


Saturday, March 26, 2011

11am - A Conversation with Ricardo Piglia on the Documentary Genre
Discussants: Andrés Di Tella and João Moreira Salles

12.30pm - BREAK

1:30pm - Cuchillo de palo / "108"
by Renate Costa (Paraguay/Spain, 2010, 108 min.)
Commentary by Rachel Price, Department of Spanish and Portuguese
Followed by discussion with Renate Costa


http://www.princeton.edu/


sábado, 19 de marzo de 2011

Los novios bailaron el valcecito

Anoche, fiesta inolvidable en el Club Español, a metros del obelisco. Daniel y Sebastián, felices. Mucha emoción, muchos amigos. También mucha risa y muchos recuerdos. Somos amigos con Daniel hace más de treinta años, imagínense. Sebastián y Daniel fueron "novios" durante diez años. Ahora son esposos. "Sebastián, sos lo que yo he hecho de vos", dijo Daniel, y despertó la risa de la platea, que lo conoce. "Y soy lo que vos has hecho de mí", remató. Somos todos, pensé, lo que los amores y los amigos han hecho de nosotros. Mientras tanto, los de la fiesta de disfraces del cuarto piso empezaban a aburrirse de su fiesta y se colaban en la nuestra, entre los chongos que bailaban por ahí, casi en pelotas.

Vale la pena reproducir, completas, las palabras del voto de Daniel. Las acaba de publicar esta mañana en su mítico blog, Linkillo (nuestra inspiración para esta bitácora, dicho sea de paso):

Todo el mundo lo sabe, Sebastián: vos sos lo que yo he hecho de vos, y yo soy lo que vos has hecho de mí. Podríamos haber dicho lo mismo ante Dios o ante la Ley, pero elegimos decirlo delante de nuestros amigos: ninguno de los dos puede ya ser algo diferente de lo que cada uno ha hecho del otro. Después de estos diez años, que te agradezco, eso es ya irreversible y, por lo mismo, definitivo.
Sos lo que quise, lo que quiero y lo que voy a querer. Hasta mi último suspiro.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Espionaje, Contraespionaje


por César Aira

Si hay una profesión que nunca elegiría es la de espía. En cambio trabajaría con gusto, y hasta creo que lo haría bien, en el contraespionaje. El espionaje, ir a buscar información y robársela a gente que quiere mantenerla secreta, es algo que siento contrario a mi naturaleza. Me es antipático. Lo veo afín a las ONG, que tampoco me gustan, esa manía de los ricos y ociosos de ir a meterse donde no los llaman, entre los pobres o los países subdesarrollados, con la excusa de la ayuda y el humanitarismo. Esa figura moderna que ha florecido bajo la insignia de la solidaridad, el Entrometido, es el avatar actual del espía. En cambio, y por la misma inclinación, yo podría hacer buen papel en el contraespionaje; me gustaría; lo siento casi como una vocación que tengo y que lamento no haber desarrollado: rodear mis secretos de círculos amurallados de dificultad creciente, crear claves, códigos, escondites, despistar a los entrometidos... Toda mi creatividad podría desplegarse en esa tarea, y apuesto a que mi inventiva se multiplicaría prodigiosamente de cara a las misiones que me encomendaran.

Me doy cuenta de que esta preferencia, si bien puedo justificarla (o apenas decorarla) con algún razonamiento objetivo como la aversión por el Entrometido o el entrometimiento, en el fondo es totalmente personal. Podría ser al revés. El que favoreciera al espionaje por sobre el contraespionaje podría mencionar en su favor la curiosidad, el espíritu de iniciativa, el amor al viaje (yo soy irremediablemente sedentario). Podría sostener la superioridad de la acción sobre la reacción. Él sale, se va, busca la aventura en terreno hostil, se arriesga; yo me quedo en casa, protegido y protegiendo; a la figura detestable del Entrometido, con la que yo califico al espía, pueden oponerme la no menos deplorable del Oficialista...

Sea como sea, y tenga razón quien la tenga, parece seguro que se trata de una cuestión de personalidad, y no sería imposible que toda la humanidad se dividiera en esos dos campos.

Me pregunto si mi preferencia por el contraespionaje se deberá a, o estará relacionada con, mi profesión de escritor; o si los escritores, por serlo, nos inclinaremos por el contraespionaje... Algunas características del gremio, y del trabajo, parecerían indicarlo: nos quedamos en nuestro lugar, lo cubrimos de signos, lo fortificamos, protegemos el secreto que antes hemos creado, o el secreto que se crea solo en el momento en que empezamos a protegerlo...

¿O será al revés? Porque el escritor también podría reclamar la figura del que sale al mundo a descifrar los secretos ajenos, el que se arriesga en terreno hostil, el que vuelve con la información preciosa...

El demonio de la clasificación nos tienta a pensar que los escritores, todos los escritores, podrían ordenarse según esta tipología. Escritores espías y escritores contraespías... Basta un momento de reflexión para ver que hay casos mixtos, dudosos o inubicables. Un momento más, y se hace evidente que todos los casos son mixtos, dudosos o inubicables. Pero eso no significa que esos dos tipos de personalidad no existan, y no dejen su marca en la obra de los escritores.

Quizás la diferencia que estuve dando por sentada, entre espionaje y contraespionaje, no es tan neta, o es una diferencia abstracta entre dos cosas que en los hechos van juntas. Todos los escritores debemos de tener las dos facetas, una en forma de preferencia, la otra en forma de aversión. Y cuanto más fuertes sean la preferencia y la aversión, más tensión habrá en lo que escribamos, más resistirá a las interpretaciones, menos dejará ver el secreto... Con lo que en definitiva habrá triunfado el contraespionaje.

Publicado en El malpensante no. 109. Junio 2010. Leer el ensayo completo aqui.

martes, 15 de marzo de 2011

La guerra de un hombre solo

Ricardo Piglia me contó que estaba releyendo los diarios de Ernst Junger, los mismos que utiliza Edgardo Cozarinsky en su película La guerra de un hombre solo, como texto off leído sobre imágenes de los noticieros franceses que mostraban la cara alegre de París durante la ocupación nazi. Junger, gran escritor, fue gobernador militar de París.
-Estoy tratando de entender por qué son tan buenos- dijo Piglia-. Tal vez sea simplemente por todo lo que le tocó vivir. Y desde qué lugar. Porque él cuenta cómo va avanzando por Francia con el ejército alemán. Llega a un castillo abandonado en el Loire, los franceses se acaban de escapar, dejaron todas sus cosas, hasta la comida. Y Junger se pone a revisar los cajones, se toman un champán de no sé qué cosecha que encuentran en la cava, pero al mismo tiempo observa con admiración los cuadros en las paredes, los libros de la biblioteca. Y son libros que él ha leído. Es muy impresionante la descripción que hace.
-O sea que para escribir un buen diario hay que andar con los nazis y ocupar París…
-¡Claro, qué vivo! Así cualquiera.

-Andrés Di Tella

Fotografía: Ernst Junger, capitán de la Wehrmacht, desfila al frente de su compañía por la rue de Rivoli, en 1941.

domingo, 13 de marzo de 2011

Homenaje a David Viñas

"La primera vez que leí un libro de David Viñas, mi cabeza hizo un clic. Pero no es una expresión. Realmente escuché, dentro de mi cabeza, un ruido: clic".
-Beatriz Sarlo

"A David le hubiera gustado mucho esta reunión con tantos amigos, este homenaje... claro, con otro homenajeado".
-Ricardo Piglia

"Hace unos días, David quiso volver a ver la laguna de Monte, donde se crió. Pedí un remís y fuimos. Por la ruta, en el campo, ya no había tantos girasoles como él recordaba. Por razones que todos conocemos, últimamente se prefieren otros cultivos. De pronto, vio un campo de girasoles y sacó medio cuerpo por la ventanilla, ante el asombro del remisero. Con el viento en la cara, empezó a gritar: ¡Van Gogh! ¡Van Gogh! ¡Van Gogh!
-María Gabriela Mizraje

Emoción en el auditorio Jorge Luis Borges de la Biblioteca Nacional, abarrotado.


En una vitrina se exhibieron los papeles de su mítico proyecto inconcluso sobre Lucio V. Mansilla, archivados en la Biblioteca Nacional.

Igual, la frase de la noche la soltó Soledad Silveyra (falta foto). Después de leer unas páginas de la obra de teatro inédita que Viñas escribió para ella cuando fueron pareja en los años 80, Solita largó: "Y a las alumnas de David, aqui presentes muchas de ellas, les debo el haber aprendido otra forma, distinta, de amar". Y sonrió. Todos nos quedamos pensando si habíamos entendido bien.

Fotografías tomadas el sábado por la tarde, en el homenaje a David Viñas, en la Biblioteca Nacional.

fotografías: Andrés Di Tella

sábado, 12 de marzo de 2011

David Viñas

La última vez que vi a David Viñas habrá sido hace unos 5 años -tal vez más- en el bar de la librería Losada sobre Corrientes, en el mismo lugar donde había estado la librería Gandhi si no me equivoco. Yo tenía que encontrarme con alguien pero llegué temprano y pude observarlo un momento. Viñas leía con mucha concentración “el diario de los Mitre”. Me llamó la atención que tenía todo el diario subrayado con una birome azul que guardaba en la oreja a la manera de los viejos almaceneros. Me contó una amiga que estuvo trabajando en la biblioteca del Instituto Iberoamericano de Berlín que todos los libros del siglo XIX relacionados con la campaña del desierto –todos incunables- también estaban subrayados y anotados con la misma birome azul y la letra inconfundible de Viñas.

Cuando Viñas volvió del exilio después de la dictadura, en 1984, por intermedio de Beatriz Sarlo pude asistir como oyente a su seminario sobre Una excursión a los indios ranqueles de Lucio V. Mansilla. El auditorio de la Facultad de Letras de la calle Marcelo T. de Alvear rebalsaba de alumnos y, supongo, curiosos como yo que querían escuchar al profesor legendario. Por ese entonces Viñas publicó los resultados de su investigación en Berlín, Indios, ejército y frontera, una extraña antología comentada de sus lecturas de la literatura de la conquista del desierto, en la que los comentarios son más extensos -y a menudo más interesantes- que los textos comentados.

Viñas leyó la campaña del desierto en clave anticipatoria de lo que serían cien años después, en el momento en que él escribía, los crímenes de la dictadura militar. Pero a la vez estaba inmerso, hasta el cogote, en la dimensión histórica y hablaba de Mansilla como si fuera su contemporáneo o, incluso, un pariente distanciado por una riña familiar. Allí se originó un interés que desembocaría muchos años después en mi película El país del diablo. Volví a leer entonces a Mansilla y algunos de los libros que Viñas habría subrayado: entre ellos el Viaje al país de los Araucanos de Estanislao Zeballos, del que decidí seguir sus huellas por la pampa. También recuperé algunas imágenes de El último malón, extraordinario seudo documental de 1914 que Viñas nos mostró en el contexto del seminario, en una temblorosa copia de 16mm vista en una excursión inolvidable al Museo del Cine, en aquellos tiempos anteriores al video.

Pensé en buscar a Viñas y hablar con él, inclusive contar el origen de mi interés por el tema, a modo de prólogo de mi viaje por el "antiguo país del diablo" (así denomina Zeballos a la región de la pampa hasta entonces dominada por el Cacique Namuncurá). Al final, la urgencia por preparar el viaje y tratar de establecer contactos más prácticos hizo que dejara para "después" un encuentro con Viñas. Hubiera sido un honor que quedara grabada en mi película la estampa de semejante prócer de nuestro tiempo, con sus bigotes que nada tenían que envidiar a los del mismísimo Zeballos.

Otro recuerdo: en 1991 Viñas rechazó la Beca Guggenheim, a la que se había presentado por sugerencia de Ricardo Piglia. Le explicó a un periodista: “Resolví tirar 25 mil dólares por la ventana. Y si me apurás un poco, mirá, fue un homenaje a mis hijos. Me costó 25 mil dólares. Se me cantó renunciar porque mataron a mis hijos. ¿Sabés lo que es que te hayan matado a dos hijos?" Lorenzo Ismael, de 25 años, y María Adelaida, de 22, fueron secuestrados y asesinados por los militares. Recuerdo muy bien a Lorenzo, que fue compañero de mi hermano Víctor, en la Escuela del Sol. Lo recuerdo a Lorenzo y a otro compañero de mi hermano, Martín Beláustegui, también desaparecido. Los recuerdo a todos, una tarde al salir de la infancia -ellos eran mayores y yo los admiraba un poco- escuchando aplicadamente el álbum blanco de Los Beatles. Creo que a Lorenzo lo "chuparon" en 1979, en Paso de los Libres, cuando intentaba regresar al país para participar de la llamada contraofensiva montonera. Ya no recuerdo quién me lo contó.

Esta mañana, me tocaron las palabras de Beatriz Sarlo en La Nación. Su artículo, una especie de necrológica personal, terminaba con este párrafo:

Hace poco más de un año, lo encontré en un bar de la calle Corrientes y Rodríguez Peña. Nos habíamos alejado, y ambos nos abrazamos pensando (yo, por lo menos, lo pensé) que posiblemente la mayoría de las cosas presentes seguían separándonos, pero que valía la pena abrazarse porque nunca se sabe. Hoy ya se sabe. Quizás esta misma nota lo habría enojado a Viñas: "Hermanita, ¿en el diario de los Mitre?". Así llamaba invariablemente a este diario. La pregunta forma parte de lo mucho que nos separaba. Sin embargo, soy su alumna, de la manera infiel en que se puede serlo, de la única manera en que David lo habría admitido.

Mi vínculo con Viñas fue escasísimo, alguna palabra intercambiada en aquel seminario, un saludo por la calle en otro momento, no creo que me registrara más que como el rostro de algún ex alumno, o tal vez simplemente tenía la costumbre de saludar a quien lo saludara. Saber que te podías cruzar con Viñas en algún café hacía de Buenos Aires una ciudad más íntima. Pero para mí simbolizaba algo más, tal vez como maestro de mis maestros (Beatriz Sarlo, sin ir más lejos). Vuelvo a citar a Borges: "Como todas las cosas, el destino de Pedro Salvadores nos parece un símbolo de algo que estamos a punto de comprender".

Esta tarde, dentro de un rato, se hará un homenaje a Viñas en la Biblioteca Nacional. Allí estaremos.

-Andrés Di Tella









jueves, 10 de marzo de 2011

viernes, 4 de marzo de 2011

La figurita que faltaba


De la serie de Néstor y sus amigos en el cielo -leales, valientes y sabios- que registré el lunes por las paredes del centro, faltaba esta figurita que encontré hoy. Curiosamente, en este caso, con una mancha de rojo sangre. Y en otras paredes, sin la compañía de sus compañeros, como si las hubiese stencileado otro.

fotografía: Andrés Di Tella (iPhone)