lunes, 31 de diciembre de 2012

Mamá


2012: Archivo Andrés Caicedo








Mayo 2012, Bogotá. Imágenes iPhone de la muestra del archivo de Andrés Caicedo, Morir y dejar obra, curada por Luis Ospina, en la Biblioteca Luis Angel Arango de Bogotá. ¡El paraíso del lector fetichista! (En Bogotá para dictar taller de guión documental, convocado por Proimágenes Colombia).

2012: il nono

Enero 2012, Roma.

2012: jurado en Documenta Madrid


Mayo 2012, Madrid. Andrés Di Tella, jurado en Documenta Madrid. Fotografía: Eduardo Milewicz.

2012: los diarios de Frederic Amat




Barcelona, mayo 2012. Visita al taller de Frederic Amat. En ocasión de la presencia de Andrés Di Tella en Barcelona para dar un seminario en el Master de Documental de Creación de la Universidad Pompeu Fabra y para presentar Hachazos en la Filmoteca de Catalunya.


2012: rodaje en México




México, DF, agosto y septiembre 2012. Rodaje de Máquina de sueños (working title), co-realización con Darío Schvarzstein (foto 1). Foto 2: Calle Ideal, sede de la "máquina de sueños" de Carlos Amorales. Foto 3: Coffee & News.

2012: Stony Brook Univeristy


The Films of Andrés Di Tella at Stony Brook University. Di Tella (right) with professors Lena Burgos and Paul Firbas. October, 2012.

2012: ¡Volveremos a las montañas!


Festival de Mar del Plata: “Volveremos a las montañas!”, de Andrés Di Tella

No vi tanto cine argentino en esta edición del Festival de Mar del Plata. Un motivo fue la falta de tiempo (estuve sólo cinco días) y, otro, el hecho de que muchas ya las había visto antes. Pensándolo ahora, se me ocurre un tercer factor que me hizo no verlas y que considero potencialmente más preocupante: me estoy agotando un poco del cine nacional. Tal vez esta andanada de estrenos de los últimos meses (van 130 en el año de los cuales ¡46! se estrenaron en los últimos tres meses, a razón de 3,5 por semana) me haya hecho empezar a perder la paciencia, a convencerme cada vez más que muchas películas se hacen sólo por el negocio que implica hacerlas, y que cada vez hay menos creatividad, originalidad e interés en ella. Si a uno, que se dedica a esto y que ha venido siguiendo casi película a película la evolución del cine nacional en los últimos 20 años le pasa ésto, ni quiero imaginar lo que le sucede al espectador común.
Pero sí, había visto algunas antes, otras comenté en las entradas previas (bah, solo una, FANGO, de José Campusano) y me perdí muchas de las que me hablaron bastante bien. Una tarde, sin embargo, por curiosidad, me fui a ver VOLVEREMOS A LAS MONTAÑAS!, un documental de poco más de 50 minutos dirigido por Andrés Di Tella que estaba medio escondido en la programación: fuera de competencia alguna, como función especial de la sección autores. Es un documental, entiendo, que se emitirá en breve por el canal Encuentro, y tal vez el realizador de FOTOGRAFIAS no lo considera dentro del “cuadro principal” de su obra.
Sin embargo, fue para mí una de las joyitas del festival (decir “revelación” no tiene sentido, Andrés es ya un viejo conocido del cine nacional), un documental que narra lo que fue la experiencia del Centro Latinoamericano de Altos Estudios Musicales del Instituto Di Tella, conocido como CLAEM, laboratorio de experimentación musical que estuvo activo durante los años ’60 para cerrar en 1971, y por el que pasaron profesores (fijos o invitados) como Aaron Copland, Olivier Messiaen, Bruno Maderna, Iannis Xenakis, Umberto Eco. Entre lo encargados locales de la institución estaban Alberto Ginastera, Gerardo Gandini y Pola Suárez Uturbey, entre otros.
Pero el filme no cuenta la historia de manera convencional, sino que Di Tella arma una reunión de ex alumnos en los que ellos vuelven a Buenos Aires (son de toda América Latina), recuerdan anécdotas del Centro, pasean por la ciudad y recorren lo que fue el lugar (que hoy ya no existe) y, además, colaboran con la presentación de obras experimentales suyas que hace un grupo de jóvenes músicos, cuyo climax será la presentación de la pieza que da título al filme, que fue censurada en su momento, en 1968.
El documental logra humanizar la experiencia, y a través de eso, ponernos en contacto con lo que fue ese mundo, fuera del registro del documental clásico. Di Tella, que aparece un poco como investigador de ese pasado familiar (la breve charla con Torcuato, su padre, termina con una frase desopilante) va llevando a los personajes a compartir emociones y experiencias, de manera si se quiere desorganizada, pero muy íntima y personal. De esa manera, no sólo transmite lo que fue el lugar en cuanto a centro de experimentación y vanguardia sino que permite ponernos en la piel de los que pasaron por ahí y que hoy lo recuerdan con emoción, nostalgia y cariño.
Tal vez, para Di Tella, VOLVEREMOS A LAS MONTAÑAS! sea un filme menor, menos ambicioso que otros suyos, pero esa pequeñez y discreción es la que lo ennoblece aún más. Tal ve sea una historia chiquita contada de manera chiquita, pero sus repercusiones terminan siendo enormes, al punto que uno no puede evitar preguntarse si, de alguna manera, “volveremos a las montañas”, si existe la posibilidad a futuro de pensar la cultura de esa manera tan radical y vanguardista. Una hermosa película.
-Diego Lerer

http://micropsia.otroscines.com/2012/11/festival-de-mar-del-plata-volveremos-a-las-montanas-de-andres-di-tella/

2012: The Cinema of Me


Ayer en el correo: The Cinema of Me - The Self and Subjectivity in First-Person Documentary, editado por Alisa Lebow. Incluye ensayo de un servidor, "The Curious Incident of the Dog in the Nighttime". Y reflexión de Lebow sobre Fotografías, "The Camera as Peripatetic Migration Machine".

www.amazon.com

publicado: 15 de agosto 2012

2012: Sao Paulo





Cinemateca Brasileira, Sao Paulo, abril 2012. Festival E tudo verdade. Retrospectiva internacional: Andrés Di Tella. Fotos: 1 y 2. Roteiro de Deus e o Diabo na terra do sol de Glauber Rocha. Foto 3: Michael Renov y el pasado del cine. Foto 4: ¿Cine o cielo?

2012: Laboratorio de cine


Martín Rejtman y Andrés Di Tella. Cena de fin de año, Laboratorio de cine, UTDT. Noviembre 2012. Fotografía: Sebastián Goldberg.

2012: Firenze




Firenze, noviembre 2012. Festival dei Popoli: "El documental y yo: il cinema di Andrés Di Tella".

La palabra "documental"


Por Andrés Di Tella *
No me gusta la palabra documental. Es como el club de Groucho: “No deseo pertenecer a un club que acepta entre sus socios a alguien como yo”. El vocablo documentalista trae a la mente un auxiliar administrativo que revisa expedientes en una dependencia municipal. O, en el mejor de los casos, una especie de cazador filantrópico que avista ballenas (o indígenas) con un teleobjetivo. En algún sentido, el documental parece ubicarse en un polo opuesto al del cine. “Cine” evoca toda una sucesión de palabras que empiezan con f de ficción: fantasía, fábula, fascinación, frenesí, fantasma, felicidad, film. "Documental", en cambio, trae otra serie de asociaciones, términos que empiezan con t de testimonio: tema, trabajo, tesis, teoría, tarea, tristeza... tedio.
Sin embargo, ay, hago documentales. Pero creo que el documental, sin perder la fuerza de lo real, también puede aspirar a esa dimensión cinematográfica propia de la ficción. Es decir, me gusta pensar que hago películas. De hecho, en este momento se han desdibujado bastante las fronteras entre documental y ficción. A la vez, podría argumentarse que cierto tipo de procedimiento documental está a la vanguardia del cine (incluso, del arte) contemporáneo.
Se ha dicho que en la ficción se escribe antes de filmar (el guión) mientras que en el documental se escribe después de filmar (el montaje). Se trata sin duda de una simplificación. Yo creo, más bien, que cualquier distinción remitiría a las diferentes tradiciones, o “familias”, de películas. Esa caracterización ayuda, de todos modos, a explicar la potencia actual de la corriente documental dentro del cine argentino.
La ficción depende demasiado de la imaginación del que escribe el guión, de sus limitaciones, de sus prejuicios, incluso de los estereotipos genéricos de un argumento. La escritura de un documental, del buen cine documental, refleja la experiencia, siempre singular, siempre imprevisible, de una investigación, de un rodaje, de un encuentro con el mundo. El resultado, si no ha de traicionar el proceso, no puede ser otra cosa que único. En el documental están las historias que un guionista difícilmente pudo imaginar.
En estos últimos años se está produciendo una mudanza cultural que ha transformado la manera de concebir el documental, tanto por parte de los espectadores como de los hacedores, cambiando acaso el signo de la palabra maldita. Gracias, también, al apoyo decidido del Instituto de Cine –que simplemente dejó de ignorarlo– han florecido mil flores. Para dar una idea de la vitalidad del género en la actualidad, basta pensar que en toda la década del ’80 apenas asomaba un esporádico Juan, como si nada hubiera sucedido (Carlos Echeverría, 1987) y no sé si alguna otra cosa de interés. Ahora, para limitarse sólo a la programación del último Bafici, explotan en un mismo año todas juntas: Papirosen de Gastón Solnicki, El etnógrafo de Ulises Rosell, La casa de Gustavo Fontán, Dioramas de Gonzalo Castro, La chica del sur de José Luis García, Escuela normal de Celina Murga...
Y estas películas de los colegas de ADN que no he visto, pero que no tengo dudas se sumarán a lo que ya constituye uno de los fenómenos más importantes de los años 2000.
* Cineasta, fundador del Bafici.
Página 12, jueves 28 de junio


sábado, 29 de diciembre de 2012

Malcolm McLaren




Me entero por casualidad que hace dos años murió Malcolm McLaren, creador de los Sex Pistols y de la moda punk, entre muchas otras cosas. Nunca olvidaré el impacto de los Sex Pistols, que descubrí en 1977 cuando llegué a Inglaterra, en mi primer pogo, en una fiesta increíble en las habitaciones de unos compañeros de universidad. Acababa de salir esa misma semana el primer LP, Never Mind the Bollocks, Here´s The Sex Pistols. Pocos meses antes se había prohibido la exhibición pública del single God Save The Queen, que ya era un himno, con su famoso final gritado hasta el hartazgo: No future, No future, No future. Jamás imaginé que bailar podía ser tan divertido, como estar en una hinchada de fútbol pero sexy. La fiesta concluyó, digno final punk, con una ventana rota y la presencia de la policía. La primera noticia que me había llegado de los Sex Pistols era que eran nazis. Eso había leído en mi revista de cabecera psicobolche The New Statesman donde escribían Martin Amis y Christopher Hitchens, futuros derechistas, pero el pogo cambió mi opinión. Los punks usaban swastikas como simple provocación anti-establishment, una de las peores en Inglaterra, sumada a los insultos a la reina, pero pronto muchos punks se sumaron a la Anti-Nazi League liderada por, entre otros, Ian Dury, que en esos mismos meses publicó también en single su gran éxito, otro himno perdurable, Sex and Drugs and Rock and Roll. Recuerdo una fanzine punk de esa época, mimeografiada, cuya tapa ponía el dibujo de tres acordes de guitarra y el titular, una definición sucinta de la estética/ética DIY (Hacelo vos mismo): Ya sabés tres acordes. Ahora hacé una banda. Poco tiempo después, menos de un año, los Sex Pistols se desintegraron tras una gira escandalosa y fracasada por Estados Unidos y su manager, McLaren, sacaba de inmediato una película deliberadamente oportunista, hecha en cuestión de semanas, llamada La gran estafa del rocanrol, que "denunciaba" cómo todo el fenómeno de los Pistols había sido un montaje publicitario hecho simplemente para sacarle dinero a un público y un periodismo incauto. Semejante auto-denuncia me hizo llamar la atención sobre McLaren y darme cuenta que había algo todavía más interesante detrás de los Pistols. Una revista underground estudiantil de esos tiempos, Vague, que consistía casi íntegramente de artículos o arte fotocopiados de otras revistas, con gráfica y anotaciones encima, hacía la conexión de los Pistols con la Internacional Situacionsita creada por Guy Debord en París en los años 50, que fuera inspiración de los rebeldes más aggiornados del mayo 68. Diez años después -son los tiempos de la crítica- aparecía el libro de Greil Marcus, Lipstick Traces: The Secret History of the Twentieth Century, que postulaba al movimiento punk como la culminación de toda una tradición vanguardista desde el grito primigenio del Dadá. Antes de ser manager de rock, McLaren fue estudiante de arte y diseñador de ropa y no ignoraba esa historia. Pero su lectura de la historia siempre fue lateral. De Jean-Luc Godard, por ejemplo, rescata su sorpresivo elogio de Roger Vadim, director de soft porn sesentista, como un gran "amateur", definición que McLaren dice lo inspiró más que nada en toda la obra de Godard. Recuerdo que casi sin terminar de leerlo, le regalé el libro de Greil Marcus a Daniel Link, la única persona en Buenos Aires que creí capaz de hacer algo con lo que toda esa historia significaba, aun para nosotros, en la por entonces lejana periferia, cuando la globalización ni siquiera era una palabra. Quiero creer que sus legendarias clases de Siglo Veinte en Puán de los 90 algo le deben a ese libro y a nuestras charlas de entonces, ay, ahora tan escasas. Ahora, Cecilia acaba de adquirir Musical Paintings, una especie de mini-catálogo en el que Malcolm McLaren reunió, para una muestra en una galería de Berlín en el año 2007, fotogramas de una instalación, tomando frames de películas pornográficas, sumadas a una banda sonora sampleada de "desechos de la cultura pop de los últimos 50 años" (que los lectores del libro ignoramos y sólo podemos añorar). De ahí, extraigo la frase con que concluye esta entrada, una posible consigna para nuestro trabajo por venir.
-Andrés Di Tella

Hoy existen dos palabras que definen la cultura: una es "autenticidad"; y la otra... "¡karaoke!" Muchos artistas se pasan la vida tratando de hacer auténtica, hacer verdad, una cultura de karaoke, pero tienes que ser un mago para hacer que eso suceda.

-Malcolm McLaren

miércoles, 26 de diciembre de 2012

cine de trasnoche






Anoche volví a ver, después de tantos años que son como una era geológica, la mítica road movie de Monte Hellman, Two-Lane Blacktop, que aqui se estrenó con el título Carrera sin fin (la traducción literal sería "carretera de doble mano" o algo así). Si no me falla la memoria, la vi en un ciclo alucinante de trasnoche que daban en el legendario Auditorio Kraft de la calle Florida, donde también vi tocar cierta vez a Astor Piazzola y donde asistí, casi de niño, algunos sábados por la mañana a un ciclo de cine programado por el Dr. Arnaldo Rascovsky, cuyo eje temático era el "filicidio", es decir, la violencia contra los niños. Yo en rigor sólo iba a ver películas "prohibidas para menores" y no me quedaba para el cine-debate posterior (sólo recuerdo haberme quedado una vez, seguramente la primera). Yo accedía al ciclo por la amistad de mi madre, psicóloga, con el Dr Rascovsy. Entre las películas que vi ahí estaba Soplo al corazón de Louis Malle, sobre el incesto entre una madre y su hijo, nada menos. Blame it on Dr. Freud.

El ciclo de trasnoche era los viernes. El plato fuerte era un recital de rock de alguna banda under, seguido de una película "rockera" o perteneciente al universo de la "contracultura". En una época, íbamos con un amigo casi todos los viernes. Yo tendría 14-15 años, más o menos la misma edad de mi hijo, y me asombra pensar que andaba suelto por la ciudad toda la noche... ¡y sin celular! Alguna vez terminamos pasando la noche en una comisaría. También andaban sueltos por la misma ciudad los escuadrones de la muerte de la Triple A. En algunos meses más se vendría la noche oscura de la dictadura militar. Pero nosotros respirábamos un extraño aire de libertad y ausencia de todo temor que nunca volví a sentir. ¡La inocencia de la edad!

Nosotros en realidad íbamos al Kraft por las bandas, aún sin conocerlas siquiera de nombre. Recuerdo una, cuyo nombre esotérico rimaba con el clima psicoanalítico del lugar y la época: Ideas del yo. En aquella época no había internet, por supuesto, y tampoco era fácil para una banda editar un disco o siquiera grabar. Las escasas fuentes de información eran las revistas Pelo o Expreso Imaginario, algún dato escuchado en el Tren Fantasma, insólito programa de Radio Rivadavia que iba todas las noches a la medianoche (años después me enteré que el creador del programa, Daniel Morano, era hijo de uno de los dueños de la radio, lo cual explicaba la anomalía). Nada de rock en los diarios, por cierto, salvo alguna columna perdida de Miguel Grinberg que recuerdo haber encontrado, como un oasis en el desierto, en La opinión de Jacobo Timerman (que leían mis padres). Pero la principal fuente de data era, por supuesto, lo que se hablaba en la cola: rumores, por ejemplo, de una banda que tocaría la semana siguiente y que "viene a nivel zeppelin". Yo tenía un grabador portátil de cassettes y a veces grababa los recitales, simplemente para volver a escuchar (malamente) un tema porque eran casi todas bandas inéditas. ¡Dónde estarán esas cintas!

Me viene el recuerdo ahora de otra cola legendaria de aquellos tiempos, la que se armaba en el desaparecido cine Rex de la Avenida Cabildo para las funciones de trasnoche de Woodstock, que duraron años. La función largaba a la una de la mañana pero había que estar ahí una hora antes para asegurarse el lugar. La cola misma, ahora me doy cuenta, era parte esencial del programa. Igual que en el Kraft, tengo recuerdos más vivos de estar esperando la función que de la función misma. La copia se hallaba en condiciones bastante deplorables y al cabo del tiempo fue perdiendo trozos. El público se expresaba con gritos y abucheos ante los cortes más notorios. También se abucheaba a alguna de las bandas en la pantalla, como los Sha Na Na, un conjunto no suficientemente roquero por lo visto. Yo habré asistido al Rex tres o cuatro veces. En alguna ocasión llegué tarde, me dio tanta bronca no poder entrar y ya no tener nada que hacer esa noche que no volví más. Pero en la cola se hablaba con reverencia de ciertos individuos que no faltaban nunca. ¡Oh, aquellos destinos!

Two-Lane Blacktop pertenecía a una serie de road movies que vimos por esos días (o noches) que incluía Reto a muerte (aka Duel), la primera película de Steven Spielberg, y Carrera contra el destino (aka Vanishing Point), con guión de Guillermo Cabrera Infante, las tres devenidas títulos clásicos del género y, curiosamente, hechas el mismo año, 1971. He vuelto a ver Duel y Vanishing Point. Ambas comparten con Two-Lane Blacktop la misma dimensión metafísica, del absurdo sin explicaciones, de una amenaza misteriosa que pesa sobre los protagonistas, que uno ahora puede identificar como un mismo clima de época. Pero la película de Monte Hellman tiene algo mágico en su relato, una manera de resolver situaciones aparentemente anodinas con un dejo de suspense, permitiendo que se anude una trama donde sólo parece haber una deriva.

No viene a cuento dar aqui mayores detalles de la historia, salvo decir que se trata de dos muchachos tuercas que se lanzan por las rutas de América con su viejo Chevy tuneado, ganándose unos pesos en picadas por rutas secundarias o en las pistas abandonadas de un aerodromo. En un diner de la ruta se les acerca un joven pueblerino que les pregunta, con tono amenazante: ¿No serán ustedes hippies, no? La película termina en una última picada, donde se intuye que algo malo va a pasar, tal vez la muerte, pero tal vez nada, justamente, como comprobación de un vacío que nunca se va a colmar. La imagen pierde el sonido, se ralentiza hasta llegar casi al cuadro a cuadro. De pronto, en silencio, la imagen se detiene, como si se hubiera trabado el viejo proyector del cine Rex. El fotograma, inesperadamente, se quema (imágenes arriba). Un final extraordinario, una expresión de terror inédito, que sólo recordé anoche en el instante de estar viendo nuevamente la película. Two-Lane Blacktop evoca algo de la misma atmósfera de alienación y libertad de una novela de Kerouac. También la famosa serie fotográfica de Robert Frank, The Americans, donde se percibe la misma mirada de sospecha y hostilidad sobre el forastero que saca fotos de aquella América profunda. También me trajo, se ha visto, el recuerdo de aquellas trasnoches perdidas del Auditorio Kraft. Y un tufillo de aquellos aires de aventura nocturna y descubrimiento en Buenos Aires, con su propio trasfondo de nubarrones. Tal vez no sea más que la emoción de ese momento en que las cosas recién empiezan.

-Andrés Di Tella

Publicado originalmente el 4 de enero de 2012

Departamento de Arte UTDT 2012


Santiago Sierra con los participantes del Laboratorio de Cine y el Programa de Artistas. Foto: Rosana Schoijett

Visita a la exposición "Bye bye American Pie", Malba, junto al curador Philip Larrat Smith. Foto: Rosana Schoijett 

"Demolición. En pos de una fotografía ¿argentina?", con los artistas Marcos López, Alberto Goldenstein y Ataúlfo Pérez Aznar. Idea y selección: Guillermo Ueno. Sala de exposiciones de la Universidad Torcuato Di Tella.

 Curso "Mapas críticos", a cargo de Inés Katzenstein. Programa de Artistas 2012. Foto: Nicolás Mastracchio

Eduardo Cadava. Coloquio "Los lenguajes itinerantes de la fotografía", 
co-organizado con Princeton University. Foto: Sebastián Elsinger 

 Luis Príamo y Verónica Tell. Coloquio "Los lenguajes itinerantes de la fotografía", co-organizado con Princeton University. Foto: Sebastián Elsinger

Taller "La presencia del artista", a cargo de Alan Pauls, Programa de Artistas 2012.

Programa de Artistas 2012. Profesores: Mónica Giron y Osías Yanov. Foto: Rosana Schoijett

Valeria González y Graciela Speranza. Coloquio "Los Lenguajes itinerantes de la fotografía", co-organizado con la Universidad de Princeton. Foto: Sebastián Elsinger

Andrés Di Tella y Bruno Dubner. Coloquio "Los lenguajes itinerantes de la fotografía", co-organizado con Princeton University. Foto: Sebastián Elsinger


miércoles, 5 de diciembre de 2012

martes, 4 de diciembre de 2012

cajas


Revolver las cajas con pruebas, meterse en esa intimidad de los procesos, devuelve a estos tres grandes al lugar de exploradores, de laburantes, de buscas... Y lo mismo corre para el curador y la muestra. Ueno equipara a estos tres capos, y a sí mismo, con otros fotógrafos, con cualquiera, con cualquier observador sensible, cazador de epifanías, perseguidor de formas... Las fotos, así manipuladas, regresan al terreno de la práctica, al territorio de lo perfectible, de lo debatible, lo decidible, del criterio y el gusto, del capricho.

Otro ejemplo para ilustrar una idea que se desprende: en una de las vitrinas hay un paquetito de copias mini, una pila (una bocha) de fotos, sostenidas por una banda elástica. Vemos la cara superior, una que se asoma, tres desplegadas en la base. Y queda en evidencia que sólo vemos la punta del iceberg, que detrás de cada imagen hay tantas otras, registradas y no, acaso con defectos técnicos, hallazgos emotivos.

Podemos pensar que cada fotografía es una caja, que contiene montones de fotos, que cada impresión sobre la superficie sensible tiene, además de la profundidad de la imagen, el volumen de los intentos que dan densidad a los aciertos. Y la muestra cobra algo de puesta en abismo.

-Fernando Aíta.


Demolición: en pos de una fotografía ¿argentina?
Alberto Goldenstein / Marcos López / Ataúlfo Pérez Aznar
curaduría: Guillermo Ueno

http://www.utdt.edu/


Leer texto entero aquí.


fotografía: Alberto Goldenstein

jueves, 29 de noviembre de 2012


Festival de Mar del Plata: “Volveremos a las montañas!”, de Andrés Di Tella

No vi tanto cine argentino en esta edición del Festival de Mar del Plata. Un motivo fue la falta de tiempo (estuve sólo cinco días) y, otro, el hecho de que muchas ya las había visto antes. Pensándolo ahora, se me ocurre un tercer factor que me hizo no verlas y que considero potencialmente más preocupante: me estoy agotando un poco del cine nacional. Tal vez esta andanada de estrenos de los últimos meses (van 130 en el año de los cuales ¡46! se estrenaron en los últimos tres meses, a razón de 3,5 por semana) me haya hecho empezar a perder la paciencia, a convencerme cada vez más que muchas películas se hacen sólo por el negocio que implica hacerlas, y que cada vez hay menos creatividad, originalidad e interés en ella. Si a uno, que se dedica a esto y que ha venido siguiendo casi película a película la evolución del cine nacional en los últimos 20 años le pasa ésto, ni quiero imaginar lo que le sucede al espectador común.
Pero sí, había visto algunas antes, otras comenté en las entradas previas (bah, solo una, FANGO, de José Campusano) y me perdí muchas de las que me hablaron bastante bien. Una tarde, sin embargo, por curiosidad, me fui a ver VOLVEREMOS A LAS MONTAÑAS!, un documental de poco más de 50 minutos dirigido por Andrés Di Tella que estaba medio escondido en la programación: fuera de competencia alguna, como función especial de la sección autores. Es un documental, entiendo, que se emitirá en breve por el canal Encuentro, y tal vez el realizador de FOTOGRAFIAS no lo considera dentro del “cuadro principal” de su obra.
Sin embargo, fue para mí una de las joyitas del festival (decir “revelación” no tiene sentido, Andrés es ya un viejo conocido del cine nacional), un documental que narra lo que fue la experiencia del Centro Latinoamericano de Altos Estudios Musicales del Instituto Di Tella, conocido como CLAEM, laboratorio de experimentación musical que estuvo activo durante los años ’60 para cerrar en 1971, y por el que pasaron profesores (fijos o invitados) como Aaron Copland, Olivier Messiaen, Bruno Maderna, Iannis Xenakis, Umberto Eco. Entre lo encargados locales de la institución estaban Alberto Ginastera, Gerardo Gandini y Pola Suárez Uturbey, entre otros.
Pero el filme no cuenta la historia de manera convencional, sino que Di Tella arma una reunión de ex alumnos en los que ellos vuelven a Buenos Aires (son de toda América Latina), recuerdan anécdotas del Centro, pasean por la ciudad y recorren lo que fue el lugar (que hoy ya no existe) y, además, colaboran con la presentación de obras experimentales suyas que hace un grupo de jóvenes músicos, cuyo climax será la presentación de la pieza que da título al filme, que fue censurada en su momento, en 1968.
El documental logra humanizar la experiencia, y a través de eso, ponernos en contacto con lo que fue ese mundo, fuera del registro del documental clásico. Di Tella, que aparece un poco como investigador de ese pasado familiar (la breve charla con Torcuato, su padre, termina con una frase desopilante) va llevando a los personajes a compartir emociones y experiencias, de manera si se quiere desorganizada, pero muy íntima y personal. De esa manera, no sólo transmite lo que fue el lugar en cuanto a centro de experimentación y vanguardia sino que permite ponernos en la piel de los que pasaron por ahí y que hoy lo recuerdan con emoción, nostalgia y cariño.
Tal vez, para Di Tella, VOLVEREMOS A LAS MONTAÑAS! sea un filme menor, menos ambicioso que otros suyos, pero esa pequeñez y discreción es la que lo ennoblece aún más. Tal ve sea una historia chiquita contada de manera chiquita, pero sus repercusiones terminan siendo enormes, al punto que uno no puede evitar preguntarse si, de alguna manera, “volveremos a las montañas”, si existe la posibilidad a futuro de pensar la cultura de esa manera tan radical y vanguardista. Una hermosa película.
-Diego Lerer

http://micropsia.otroscines.com/2012/11/festival-de-mar-del-plata-volveremos-a-las-montanas-de-andres-di-tella/

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Lo más interesante de un artista no son sus opiniones


Di Tella opina en El federal de Fabián Casas: "Los más interesante de un artista no son sus opiniones". El Federal, 15 de noviembre 2012.

¡Volveremos a las montañas! (Mar del Plata)

¡VOLVEREMOS A LAS MONTAÑAS! 
Andrés Di Tella (Argentina, 2012, 50')

Festival Internacional de Cine de Mar del Plata 

viernes 23/11 20hs
sábado 24/11 17.30hs 
Cinema 1 / Rivadavia 3050 / Mar del Plata

jueves, 15 de noviembre de 2012

Incontro con Andrés Di Tella


Incontro con Andrés Di Tella, Festival dei Popoli, Firenze, mercoledí 14 novembro 2012. Con curaduria di Daniele Dottorini.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

"Storie, individui, emozioni ecco il mio documetario da camera"

LA REPUBBLICA. Nov 14, 2012

FESTIVAL DEI POPOLI

"Storie, individui, emozioni
ecco il mio documetario da camera"

Intervista col regista argentino Andrés Di Tella, al quale la rassegna dedica fra Odeon e Spaziouno la retrospettiva completa dei suoi film. Il 14 l'autore incontra il pubblico per presentare il suo lavoro su guerriglia Montoneros, dittatura e desaparecidos

di PAOLO RUSSO

Andrés Di Tella ha 54 anni, una faccia simpatica, aperta. E intelligente. Un modo di raccontare le cose acuto e appassionato. Una storia familiare importante (il nonno Torquato arrivò a Buenos Aires dagli Abruzzi, divenne imprenditore di grande successo e, da socialista, finanziò riviste antifasciste pubblicate in Francia venendo perciò privato del passaporto; il padre Torcuato, sociologo e storico di fama con una cinquantina di libri in curriculum, alcuni tradotti anche in italiano, fondatore dell’Istituto Di Tella, faro della cultura argentina nei Sessanta oggi divenuto università, segretario della Cultura del primo governo Kirchner, è da due anni l’ambasciatore d’Argentina a Roma). Dopo la laurea in letteratura a Oxford, Di Tella lavora per varie tv anglosassoni e argentine, scrive sui giornali e fotografa. All’inizio dei Novanta trova nel documentario il compendio ideale delle sue aspirazioni fra narrazione del reale e ricerca visiva. Mettendo insieme una carriera che ai generosi riconoscimenti internazionali aggiunge ora una delle due retrospettive del Festival dei Popoli 2012 (l’altra è dedicata a un mostro sacro, Raymond Depardon): otto lunghi e corti dal ’90 a oggi, che fra Odeon e Spaziouno (orari www.festivaldeipopoli.org; 055/295051) raccontano - col suo ormai inconfondibile stile intimo, da camera, emozionale, col regista spesso in campo a diretto contatto coi personaggi che fa parlare dopo essersene conquistata la fiducia - la Storia della sua Argentina, dallo sterminio degli indios 
di fine Ottocento (El pays del diablo) alla guerriglia peronista (Montoneros: una historia) alla figura di Macedonio Fernandez (il 15 alle 17), il maestro di Borges, e le storie, come quella della famiglia del regista, nato da una madre indiana e poi esule con tutta la famiglia a Londra (Fotografias). Per spingersi anche sul terreno dell’indagine sui media (La television y yoReconstruyen crime de la modelo a Spaziouno il 15 alle 17, Prohibido a Spaziouno il 16 alle 16.45) e della pura sperimentazione audiovisiva (Hachazos, sulla vita e l’opera del regista Claudio Caldini, nume dimenticato dell’underground argentino, all’Odeon il 17 alle 17.30). Un affabulatore, un contastorie per immagini e parole sempre in cerca delle vicende degli individui nella Storia smarrite fra le onde dei grandi eventi. Il 14 (Spazionuno, ore 17), dopo Montoneros (ore 15) Di Tella incontra il pubblico e sabato 17 (posti già esauriti) tiene un laboratorio per autori.

Come è nato questo suo stile così privato di girare documentari?«Il mio è in effetti un lavoro sull’intimità, il contrario di quello che ci si aspetta da un documentario, che per tradizione parla del sociale, del contesto e delle categorie di individui ma non di quello che sta dentro la persona. A me invece interessa molto quello che passa nella testa e nel cuore delle persone, la loro unicità, l’esperienza degli individui e non il gruppo che rappresentano: per ciò mi dedico alle storie private, credo che attraverso il racconto dell’esperienza individuale si illumini anche quella sociale in un modo che permette allo spettatore di creare la sua propria relazione con ciò che vede e sente nel film. Un esempio: Ana, la persona la cui storia mi ha permesso di raccontare quella dei Montoneros, non è la figura più rappresentativa del movimento, non è stata un capo e un eroe, ma con lei lo spettatore può avere affinità e sintonia. Ho fatto almeno 50 interviste e indagini per quel film, e con lei ho sentito che ci si poteva mettere a tu per tu mettendo da parte discorsi, generalizzazioni e ideologia: anche non avendo vissuto militanze e guerriglie, puoi per un momento metterti nelle scarpa di Ana. Così facendo credo si possa capire in modo anche emozionale un fatto e avere al contempo il massimo delle informazioni. Sulle quali privilegio l’esperienza: oggi c’è secondo me un pesantissimo, pericoloso eccesso di informazione, la scelta di trasmettere anche emozioni insieme alle informazioni è la mia risposta al trauma di esserne sopraffatti e quindi non poterle elaborare. Il mio documentario intimista, da camera, cerca di uscire da questo flusso fatto solo di informazioni e aprire un dialogo fra le persone. Quel che cerco è che lo spettatore senta che nei miei film c’è un altro individuo che gli sta parlando».

Un modo di lavorare in cui la fiducia diventa fondamentale... 
«Costruire una relazione è il problema più importante. Noi documentaristi siamo un po’ come vampiri, viviamo del sangue degli altri, ma ho imparato dall’esperienza che le persone si offrono, offrono il loro sangue e la giugulare perché è una necessità e un istinto raccontarsi con la propria storia. Tutti stiamo sempre aspettando solo l’occasione, alcuni di raccontarsi, altri di sapere. Chiaro, serve fiducia per arrivarci e bisogna saperla costruire questa fiducia: il mio lavoro è proprio costruire una narrazione che rifletta la relazione che ho saputo costruire e la mia propria esperienza nel conoscere quella tal persona. E il film è esattamente la sintesi della mia esperienza di quella relazione: la cosa fondamentale è essere fedele a quella esperienza, all’incontro e al dialogo che ne sono scaturiti. La prima regola è: non falsificare mai la mia esperienza in funzione di una idea preconcetta. Tornando ad Ana, c’erano in ballo l’ideologia, la discussione e il compromesso politico, il perché lei entrò nella guerriglia. La fiducia nella nostra relazione le permise di raccontarmi che fu perché si innamorò di Juan durante un suo comizio, lui era un leader e un bell’uomo, e lei appena lo vide sul palco sognò di viverci una avventura insieme: politica e amore erano la stessa cosa. Per un ragazzo oggi è impensabile prendere in mano un mitra per ideologia, ma può capire che sia successo per una scelta di vita insieme, una sorta di immersione in un mondo».

Con Montoneros lei ha affrontato una pagina complessa e sanguinosa della storia argentina, una storia molto difficile da raccontare...

«Una storia complessa, non c’è dubbio, che fa i conti con un fenomeno unico come il peronismo. Ora in Argentina c’è un governo di sinistra e peronista, lo era anche negli anni Novanta ma di destra. In questo paradosso si capisce che il peronismo è prima di tutto un movimento popolare: la classe operaia ci sta dentro, dunque la sinistra ha sempre avuto la necessità di legarsi al peronismo. I montoneros erano guerriglieri di estrazione cattolico-nazionalista e marxista contro il liberalismo. Pensavano di poter usare il peronismo, ma Peron li espulse, li fece apparire come infiltrati, e invece se ne era servito per abbattere la dittatura militare dell’epoca, quella del generale Lanusse. Dal ’70 al ’75 i Montoneros, che nell’80 non esistevano più, arrivarono ad avere una base popolare enorme e le loro azioni, rapimenti, omicidi, attacchi a obbiettivi militari, furono il pretesto principale per il golpe militare del ’76 che produsse 30.000 desaparecidos, la maggior parte militanti come Ana. Quando nel ’95 ho girato il mio film era tabù parlare della guerriglia: nell’83 al ritorno democrazia ci si rese conto che erano morti 30.000 innocenti, i desaparecidos, e se li presentavo come guerriglieri poteva sembrare che dessi una giustificazione ai militari. Poi, fra il mio film e alcuni libri usciti dopo, si iniziò a riparlare di quell’esperienza, un contributo decisivo venne dall’apparizione politica dei figli dei desaparecidos che reclamavano l’identità dei genitori, volevano sapere chi erano i loro padri e madri e cosa avevano fatto, se era montonero o marxisti dell’Esercito rivoluzionario popolo: divenne anche una questione identitaria, oltre che una tragedia nazionale, una ferita profondissima degli individui e della collettività. Nel governo attuale ci sono molti montoneros: alla fine il peronismo li ha assorbiti. E dal 2003 a oggi prima con Nestor Kirchner e poi con la sua vedova Cristina, anche lei una militante come Ana, sono andati al potere. Come se qui i leader del ’68 fossero nel governo».

Anche la conquista della Pampa nel secondo ottocento è una storia tragica, l’Argentina è il solo paese del Sud America in cui gli indios non esistono praticamente più da oltre un secolo...«La chiamarono la “Conquista del deserto” la campagna con la quale il governo  s’impossessò della Pampa, le grandi pianure a est e sud di Buenos Aires sulle cui risorse agricole e allevamenti l’Argentina creò la sua potenza economica. Fu di fatto una campagna militare di sterminio degli indios quella che si consumò fra 1870 e 1880: la chiamarono “campagna del deserto”, dove deserto significava che per il governo là non c’era nessuno, che per la nazione argentina gli indiani non abitanti ma un problema militare. Per El pays del diablo ho scelto di seguire il giornalista e geografo Estanislao Zeballos, che fu uno degli ideologi della necessità di sterminare gli indios per lo sviluppo della nazione: finita la guerra, rapidissima, fu il primo civile a esplorare i territori da secoli occupati dagli indio nella Pampa e in Patagonia. Di quei luoghi fu anche il primo cartografo: conobbe i pochissimi indio sopravvissuti e imparò la lingua mapuche per capire le descrizioni e la toponimia dei territori. Diventò dunque anche il primo antropologo e storico delle tribù indigene: il  primo antropologo argentino aveva le mani macchiate di sangue. E allora ho sentito il mio debito verso quelle popolazioni e ho deciso di seguire Zeballos perché quelle terre strappate agli indio anche per sua iniziativa finirono poi a beneficio degli immigrati italiani, come la mia famiglia: là era nato il benessere in cui sono nato e cresciuto».