sábado, 28 de abril de 2012

Andrés Di Tella ens presentarà "Hachazos", el seu darrer documental


Imatge

Andrés Di Tella (Buenos Aires, 1958), director de cinema i professor, és una de les veus cinematogràfiques argentines més reconegudes del gènere documental.

Ha estat fundador i primer director del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (BAFICI) nascut el 1999. L’any 2002 va dirigir el Princeton Documentary Festival a la Universitat de Princeton (EEUU) on va ser professor visitant.
La seva obra com a documentalista acostuma a relacionar el que narra amb la seva pròpia vida. Títols comMontoneros, una historia (1995), Prohibido (1997); La televisión y yo (2003), Fotografías (2007) o El país del diablo (2008), han merescut  una presència destacada en festivals i una gran acollida per part de la crítica especialitzada. L’any 2008 va participar al Màster de Documental Creatiu de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB)  i va visitar la Filmoteca de Catalunya.
El divendres 8 de maig ens presentarà el seu documental Hachazos, on recull la vida i l’obra del realitzador argentí Claudio Caldini (Buenos Aires, 1952), paradigma del cinema experimental. Com ha manifestat Di Tella: Hablar de Caldini es también hablar de mi propia relación con el cine. Caldini era un hombre de destino misterioso, errante. Experimentó hasta las últimas consecuencias la ruptura de los ‘70. Sobrevivió a la dictadura. Escapó a la India detrás de una utopía y perdió casi todo, hasta la razón.



Dv, 04/05/2012 - 19:30 h.
Sala Chomón
FilmoTeca de Catalunya

http://www.filmoteca.cat/


miércoles, 25 de abril de 2012

Documenta Madrid


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FESTIVAL // JURADOS

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CERTAMEN NACIONAL

ANDRÉS DI TELLA

Argentina / 

Ha dirigido las películas Montoneros, una historia (1995), Macedonio Fernández (1995), Prohibido (1997), La televisión y yo (2003), Fotografías (2007), El país del diablo (2008) y Hachazos (2011). También ha realizado instalaciones, performances, piezas de videoarte y programas de televisión. Por su obra, fue distinguido con la Beca Guggenheim. Por otra parte, fue el fundador y primer director del Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires (BAFICI) en 1999. Desde 2002, dirige el Princeton Documentary Festival, en la Universidad de Princeton, Estados Unidos, donde ha sido Visiting Professor. Se han consagrado dos libros a su obra: Paul Firbas y Pedro Meira Monteiro, eds., Andrés Di Tella: cine documental y archivo personal (Siglo XXI, Buenos Aires, 2006) y Casimiro Torreiro (ed.), Inventario de regresos. El cine documental de Andrés Di Tella (Cines del Sur, Granada, 2011). Paulo Antonio Paranagua, en Cine Documental en América Latina, lo destaca entre los quince documentalistas más significativos del continente. Se realizaron retrospectivas de su obra en Filmoteca Española de Madrid, Filmoteca de Cataluña de Barcelona, Centro Cultural Rojas de la Universidad de Buenos Aires, Festival de Lima, Festival É Tudo Verdade de Sao Paulo y Río de Janeiro, Museo Nacional de Artes Visuales de Montevideo y Cines del Sur de Granada. Ha publicado ensayos en distintos libros tanto en la Argentina como en Inglaterra, Brasil, Estados Unidos y Alemania. Su primer libro, Hachazos, se publicó en agosto de 2011.

martes, 24 de abril de 2012

Carta Abierta a Andrés Di Tella


Carta Abierta a Andrés Di Tella sobre la Experiencia Hachazos
(performance cine expandido de y con Claudio Caldini + documental + libro)
                                                                          

por Alejandro Ricagno
                                                               

viajamos en la noche
sobre caballos blancos y caminos de arena
hace milenios enceguecimos
mendigamos
y todo lo confundimos con luces
                                                  Patricio Forlani

El peligro del corazón está en su entrega total
                                                  Claudio Caldini

 Querido Andrés:

No se cómo comenzar esta carta, parte o continuación de otra que nunca me animé a publicar en tu blog (fotografiasdeandresditella.blogspot.com). Nuestra comunicación a través de los años se da siempre en espacios como mails y blogs, en el sitio del comment, donde lo público y lo privado confluyen en un todo semicomunitario - y a veces interferido por otras voces- , y así se nos mezclan las llamadas, las imágenes del yo pequeño con la de un nosotros más grande, caótico, más cielo, más no se qué.

Nunca se dónde escribir(te), Andrés; dónde, decía, dejarte las impresiones que tu obra ha ido marcando en mí; abriendo caminos en la memoria como un tatuaje de los años. Tus películas -por variadas razones de mi historia personal y la del país (¿del diablo?)- me son tan cercanas y tan íntimas que nunca se cómo abordarlas desde lo analítico. Y entonces me salen estos textos que hasta que no los termino no se a dónde apuntan, a qué centro, alma, memoria o corazón.

Nunca lo se, yo; el nómade de blogs y de revistas y de espacios de radio. Yo; el sin casa; salvo en la escritura o en la comunión de la sala oscura y de bares y tardes y festivales y  papeles y escritos y cuadernos y viejas revistas y  blogs ajenos. Aquí estoy, intentando hacer pública, una vez más, la experiencia Hachazos, pero -como lo pediste- en un lugar más ordenado que el sitio recóndito y casi desechado del comment.

Entonces, heme aquí, escribiéndote en ¡una revista de un centro de estudiantes de cine de una universidad privada!!! ( cosa que no soy ni fui nunca en mis muchas vidas; ni estudiante de cine, ni centro de nada -siempre periférico- y mucho menos privado-!). Pero es un lugar pertinente, creo.
Sobre todo por eso que nos obsesiona a vos y a mí: el legado.
La memoria.
Eso de “pasar la bola”.

“Chico; pasa la bola. Pasa la bola, chico”; decía el gallo Claudio de los dibujitos de nuestra infancia, -visto y revisto en algún televisor Di Tella, blanco y negro en los años 70-. Pero ahora es otro gallo el que nos convoca, otro Claudio, otro formato, otra bola que intento pasar desde tu obra y la de Claudio Caldini a mi alma, y desde allí a los que lean esta carta, y a tu película otra vez, para volver a circular por la obra de Claudio, ese secreto de unos pocos, que ha vuelto a salir al mundo después de años de estar en una valija-. Y de allí….
De allí no se, Andrés.
Nada sabemos, ay, a dónde va dar aquello que dimos, que damos, que intentamos… Pero lo hacemos con esa fe en la duda del hacer, que nos va construyendo en el camino.

¿Tendría que hablar aquí de formatos, de Súper 8, de trabajo manual, de cámaras? ¿O mejor hablar de cómo se contemplan unas formaciones de nubes en el cielo, en una quinta de General Rodríguez, mientras el cine puede ser otra cosa?
¿De qué tendría que hablar aquí, Andrés?
¿Cómo abordar la triple experiencia de Hachazos? ¿Qué es ahora Hachazos, la película, para mí, que me dejó en su primera visión como te dije “en pelotas del alma”;para después me reenviarme a tus performances junto Claudio, cuando “el docu” era apenas un work in progress integrado a la experiencia casi religiosa del Cine Expandido; a la imagen en vivo de  Claudio mismo, el retratado del silencio y de la luz.. Y de allí el viaje se completa con el exquisito libro homónimo que acompaña el film y que  tan amorosamente armaste junto a la gente de la editorial Caja Negra.

Junto. Con.
Ahí esta la clave, creo. En esas dos palabras.
Algo de conjurado borgiano -como bien decís en el libro- que sentiste al asistir  por primera ve a una exhibición de Cine Expandido, viendo orquestar a Claudio el rumor de esos 4 proyectores simultáneos.
Algo de conjurado y conjurador que está presente, también, en toda tu obra, Andrés. (Lo estaba en los testimonios de Montoneros una historia, en la sombra de Piglia tras la sombra de Macedonio, en vos y tu padre en La televisión y yo, en  todas las sombras y nombres y cuerpos que se interponen entre tu madre evocada y tu identidad reconstruida en la  intimísima Fotografías).

Lo que más me emociona- a mí, el nómade- es tu capacidad de encontrar memoria de la tribu donde parecía haber un vacío, un enigma, un corte o un hachazo.
Un "indecible”. Eso que intentas descubrir, rodear en elipse en cada uno de tus documentales con otros. Vuelvo a esa conjunción. No sobre. Sino conYa ves;  me repito dando vueltas, como una cinta de celuloide en un sin fin.


Algo de eso vibra en mí, todavía. Me escapo de lo quería decirte cuando intento conceptualizarlo. (No sé hacerlo; no se hablar en aquella lengua de crítico, no puedo hablar aquí de códigos bazinianos, ni de Werner Nekkes, ni de cosas por el estilo…).
Estoy, por ahora, en el collage.. Intento… a ver..:  pienso en las pérdidas, por ejemplo.
En la fragilidad de una cinta de celuloide; en el pasaje de la denominación de “cine de paso reducido”, a Cine Expandido – como quien dice una respiración; el espíritu que se expande-.

Pienso en los años de silencio y de ostracismo -no elegido- de Claudio Caldini. En la belleza; en su precio. En la locura.
Pienso en esos planos de El devenir de las piedras que Claudio hace repetir como un mantra, y que pueden deshacerse en cada exhibición, tan frágiles como una vida.
-la de Claudio, la mía, la de cualquiera-.

¿Cómo retratar una pérdida; una pérdida del yo, por ejemplo?
Lo que pasó en la India. (Esa sombra o fantasma tuyo presente desde Fotografías ; L’odore de la India o el dolor en la India).
No podés…  
Lo que le pasó a Claudio en la India es intransferible, y sabiéndolo, sin embargo, lo intentás.
Gran momento ese en que la Gran Revelación, fracasa.  
Y eso hace eco en lo que me decías el otro día by mail; que yo dejo mis escritos en el lugares virtuales;  de desecho casi, perdidos y ahí me pierdo yo.
Preguntas: Cuando la obra se pierde ¿se pierde uno? (¿como Claudio en la India?¿como la historia del cine experimental argentino? ¿como la otra escena de los 70?).
No puedo dejar de hacer estas analogías , y no puedo dejar de hacer autobiografía tampoco…

(Pienso, mientras escribo esto, por ejemplo en toda mi biblioteca robada, en un amigo ahora ausente, en otro, muerto, pienso en poemas, en las primeras películas experimentales que vi en el Goethe, pienso en mi adolescencia que hace décadas no me abandona, pero que está tan cerca, tan lejos, y en lo todo que me formó y cómo, cómo transmitir eso y a quién. Entonces, cierro lo ojos y recuerdo el rostro de Claudio, y a vos mirándolo, filmándolo.  Recuerdo otros rostros a los que interrogue en silencio o en un texto. A los que se abrieron en reflejos diversos o continuaron en su enigma o estallaron). Como arqueólogo de mi mismo, entonces, rescato de la web algo de aquellos intercambios escritos en la mas absoluta inmediatez de mi primera “Experiencia” Hachazos;  las primerísimas impresiones de aquellos golpes de sombra y luz sobre mi retina en una mañana anterior a esta primavera….

Sé porqué vos haces películas. A cada película tuya me queda más claro. No te lo voy a decir acá. Creo que lo dije en una carta larga que no me anime a publicar en tu blog. Tu cine, querido Andrés, me sigue interpelando de un modo tan íntimo que hasta me asusta. Y además tu cine que siempre es "tu" cine. Y "con". Y ese "con", tan importante, necesario que tantos olvidan, ese camino en compañía de, y en descubrimiento de, o en autodescubrimiento con otros, ese recorrido a ramalazos de belleza y verdad y misterio, de esa verdad que se escapa como nube.
Así Hachazos, que acabo de ver, y me dejó en pelotas del alma literalmente; me dejó en los cielos de Claudio Caldini, en esas reconstrucciones imposibles de sus películas, en los trazos secretos con que nuestra Historia nos atraviesa ( marca de fábrica Di Tella) y qué y cómo hacemos con esas esquirlas, en qué las transformamos. En tus propios cielos, en su evocaciones a la manera de los Claudi,, en sus imágenes, en las tuyas, en esa comunidad y tensión en la diferencia, y el bello intento de asir lo imposible del instante, y conseguirlo por breves momentos, junto el hermoso riesgo de fracasar.
Te (les) diría más. Pero hoy no puedo; me atraviesan cielos rojos, distancias en la luz, perros que miran, bicicletas, muertos queridos, memorias de ustedes que ya son mías.
Diría más, pero ahora no puedo;  tal vez lo haga más adelante.
¿Cómo contar la historia de un hombre, la de cualquier hombre, pero sobre todo de uno que se ha construido y perdido y reconstruido más de una vez,-” un cinturón de veces, de celdas  y de sellos de espuma hechos pedazos”, como diría el poeta Viel Temperley-,  y vaya si se de eso, Andrés…)
Pero ahora me quedo con ese modo que filmás la sonrisa de Claudio, su  pequeña alegría solar en bicicleta, cubierta siempre siempre de esa melancolía de atardecer, que es un amanecer al mismo tiempo.
Les mando  un abrazo ambos, 
como cielo, como margaritas explotando, como perros silenciosos en la siesta de la luz.
de vuestro amigo
Ale Ricagno.
Gracias por tanta compañía, para todos.

Eso te (les) escribí en tu blog -y en el de Claudio (eldevenirdlaspiedras.blogspot.com)-  al salir de la premier de Hachazos.
Unos meses antes había asistido a tu performance "trailer” de Hachazos + cine expandido, en Sala Lugones del Teatro San Martín.
Después vino la película. Y con ella, la congoja.
Tu película me acongoja, Andrés. Mucho.
No te imaginas cuánto

Tu película me acongoja, la historia de  Claudio, la de su amigo Tomás Sinovcic; desparecido en el 76, las de sus películas que fueron destruidas. Entonces, en ese momento, tu película se abre a otro campo; otra vez los ecos se multiplican: vos tratas de construir un retrato de alguien que a su vez, también intentó hacer un retrato no sobre una presencia elusiva, sino con una ausencia. Una reconstrucción con otro que ya es fantasma. Y sin embargo que es o se convierte en presencia en esa breve secuencia
“¿Qué hubiera filmado  hoy Tomás si hubiera estado vivo?” se pregunta Claudio en un momento cuando explica su proyecto, la reconstrucción de la película de Tomas, Un nuevo dia para Tomas Sinovcic a la que termina considerando un experimento fallido, y de la que vemos apenas un retazo, una astilla del hachazo de la historia.

Este sistema de correspondencias, de (auto)biografía compartida o diferida, que incluye vivos y muertos, si querés, que se convierte en biografía de otros, me apasiona tanto como  a vos las sagas familiares…  
Tal vez, porque de un modo mas secreto – y fallido- también sea un poco lo que he intentado. Lo que aún intento en mi escritura.

El continuo reenvío, en este caso se hace más que evidente: si un ve Hachazos, queda con ganas de asistir a alguna función del cine expandido de Caldini -así les pasó a dos amigos que no habían visto ni sabían nada de Claudio, ni del cine experimental argentino de los 70- y dan ganas de vivir “la experiencia del vivo”; de sentir el rudito de los proyectores, del “formato obsoleto”, de los sonidos y la respiración de Caldini, director, músico, demiurgo de sí mismo y sus fantasmas; dan ganas de ver sus manos manipulando fotos, celuloide; de escuchar ese temblor, esa ceremonia, que quien la vivió no la olvida más.

Pero Hachazos, -la película- también te reenvía necesariamente al libro, porque lo que, documentalista y arqueólogo de lo perdido que sos, al fin, no podés ni querés descartar la data más familiar, la extensión de la escena, el dato escamoteado.
Todo lo que escapa en el film a modo de trazo insinuado, invisible, entra en el libro en forma fascinante de microrelatos, crónica, apunte, archivo, reflexión. Autobiografía compartida, otra vez. Lo que no está o está parcialmente en la película como bruma de amanecer es amanecer clareado en el libro. La poesía de la contemplación es completada con la prosa más (auto)biográfica, no exenta de lirismo, ni de humor, pero más claramente atravesada por la historia personal afectada por la Historia.
Vuelvo del libro a la película. De la película a las escenas que imagino quedaron afuera. Porque ¿cómo contar la experiencia extrema de un hombre que sabe que la imágenes tratan de hacer visible aquello que no se puede ver, y las palabras articulable lo que no se puede decir justamente con palabras? ¿Qué hacer? ¿Callar wittgestenianamente, quemar las naves? ¿aullar a lo Pasolini al final de Teorema? Pero ni lo tuyo ni lo de Claudio es el grito.  

Un susurro de hojas en el viento, una mirada que se escapa en el horizonte bajo la lluvia (momento conmovedor, de una epifanía apenas velada).
Es por eso que tu película conmueve y acongoja, porque se mueve en ese borde, en esa fragilidad. Lejos de vos está la voluntad abarcativa que “cierre” la experiencia, pero a la vez se hace presente esa tensión narrativa que quiere volverse otra cosa: un algo que la abra más allá de si misma, más allá de vos, incluso de Claudio; de su obra y de la tuya.
Algo que envíe a un momento de nuestro cine negado, la historia del cine expriemental argentino, es gran desaparecido de los manuales, de la historia de las cátedras de historia del cine, y del contexto de los años que nos marcaron-los 70- pero también de los modos en que se leyeron y hoy se leen esos años, el arte de esos años, sus tensiones. Por eso el libro es la experiencia  que complementa lo faltante: los nombres del resto de la tribu del experimentalismo argentino de los 70/80, sus modos de relación, de creación, sus linajes, la experimentación de “filmar como se vive”.
Eso que hizo Claudio, y tal vez Tomás.
Y lo que hacés vos.
Y que, por otros medios, intento yo: escribir como vivo. 
Escribir nunca solo, filmar nunca solo, sino desde un con quien.
La única forma en que entiendo la escritura, el cine, el arte, la vida. Inclusive cuando el con quien sea lejos o recuerdo o apenas ilusión.
O fantasma. Inclusive y sobre todo cuando esté presente el gran peligro del corazón y la entrega total.

Un gran abrazo otra vez.
A los dos, porque en sus obras, cuando me he perdido y todo lo confundo con luces, alcanzo a ver una luz que me regresa a un mundo más abierto, mas cielo, ya lo dije.
Gracias, otre vez simplemente
de un eterno buscador de fraternos…

Publicado originalmente en Número Zero, Año 1 No. 2, noviembre 2011.

lunes, 23 de abril de 2012

BAFICI 2012 (14) Dos potencias se saludan


Reproduzco aquí un intercambio sorprendente entre el crítico Quintín y el cineasta Mariano Llinás, ambos referentes insoslayables del BAFICI, producido en el blog La lectora provisoria luego de que Quintín publicara una crítica del film Los salvajes de Alejandro Fadel, titulada "Barbarie y civilización", en el diario Perfil. A continuación reproducimos el texto de Quintín, seguido del comentario de Llinás y de una última respuesta de Quintín.



Barbarie y civilización

Publicado en Perfil el 22/4/12
por Quintín

Algunos fechan el nacimiento del llamado Nuevo Cine Argentino en 1998, cuando se estrenó Pizza, birra, faso. La película de Caetano y Stagnaro tenía un estilo más o menos clásico, pero estaba protagonizada por pibes chorros, hablada en cierto lunfardo de la época y tenía el aire de un manifiesto generacional: tanto los personajes como los realizadores reclamaban un lugar al sol en la sociedad. Por entonces, no existía el Bafici.
Catorce años más tarde, cuando el NCA se transformó en poco más que una denominación imprecisa del pasado y decenas de jóvenes cineastas han mostrado sus obras, recorrido el mundo y hasta ganado dinero, Los salvajes de Alejandro Fadel irrumpe en el festival de Buenos Aires. Protagonizada también por jóvenes delincuentes —que no saben leer y hablan parecido a los de Pizza pero con un cuarto de su vocabulario— se trata de una película alegórica, que al mismo tiempo extrema la apuesta por la brutalidad y la violencia y se plantea no ya como un movimiento defensivo de los débiles sino como la conquista del poder por parte de los más fuertes.  El paralelismo entre los personajes y el director (con su grupo) es también transparente: ahora no se trata ya de abrirse camino en una situación hostil sino de imponer con arrogancia la ley en la selva, aunque se trate de una selva de pacotilla como la del film o como la del negocio cinematográfico. El resultado es un fracaso en toda la línea. Torpe y pretenciosa, caricatura del sincretismo religioso y cinematográfico al que apunta,Los salvajes tiene aroma a “vamos por todo”, a esa euforia desde la cual cierta burguesía cultural argentina vocifera su adhesión a la barbarie.
Si un cineasta del NCA se internó durante este tiempo en el territorio de lo salvaje, ese fue Lisandro Alonso. Sus personajes aislados en el paisaje habitan en el más allá de la sociedad y la palabra. El suyo es un territorio que el cine argentino nunca había hollado. Los protagonistas de La libertad, de Los muertos y de Liverpool eran tan solitarios como el realizador en el cine argentino. Pero la trilogía llegó hasta un límite que no admitía continuaciones: Alonso había llegado a un alto en su carrera. Era difícil saber —incluso para él mismo— qué haría después. Parte de la respuesta está en el corto Sin título (Carta a Serra), encargo de un centro cultural barcelonés que organizó una especie de correspondencia filmada entre pares de directores. El catalán Albert Serra envió dos horas y media, pero Alonso contestó con 22 minutos, rodados como siempre en material fílmico. En principio, se trataba de un apéndice a la obra, una nueva visita a las locaciones de La libertad, con la vuelta de su protagonista Misael Saavedra. Pero me da la impresión de que en medio del proyecto, Alonso cambió de idea, tal vez a partir de la colaboración con Fabián Casas en la escritura del guión para un nuevo proyecto de largometraje. Y la carta a Serra resultó algo nuevo. El film transcurre en medio del monte y aparece Saavedra cortando árboles, encontrándose con su mujer y su hijo. También un hermano de Alonso cazando y Casas leyendo una historia sobre fortines, animales y calaveras. Lejos de jugar al salvaje como el cliché crítico hubiese querido, lejos de citarse a sí mismo, Alonso elige una narración en segundo grado, una aproximación humorística, familiar, amable y colectiva, filmada con gran maestría en muy pocos planos y que concluye con los protagonistas y los perros (que también son parte del film y la familia) desfilando por un cañadón, como actores que se retiran del escenario. Alonso le manda a Serra una postal de su tribu, pero lo hace desde la plenitud de la civilización y demuestra, de paso, lo refinado que siempre fue como cineasta.


Mariano Llinás Dice:

En mi opinión, Quintín, tu conducta es contradictoria con tus argumentos. Acusás a “Los salvajes” de ser bárbara, prepotente y eufóricamente violenta, pero esa prepotencia y ese énfasis están en tus palabras y no en la película misma. Tu columna no reflexiona ni invita a reflexionar, no aspira al debate ni propicia discusión alguna. Tampoco se siente en la obligación de justificar o demostrar ninguna de sus afirmaciones maximalistas. Simplemente se limita a ejercer una autoritaria admonición, como un párroco del siglo XVIII que vocifera y condena desde el púlpito, o como un emperador romano que alza o baja el pulgar a sus condenados. En mi opinión, eso habla de tu vanidad y no de los Films; nada dicen de los films ya tus desmesuradas arengas. Creo que has renunciado a la crítica de cine: que has elegido el mahumor y el aspaviento vacuo, en contra de la lucidez y la agudeza con que alguna vez nos deslumbraste a todos. Fuiste, durante años, la referencia mayor de una generación entera de críticos; irresponsablemente, te has ocupado de dilapidar esa influencia, resignándote a la arbitrariedad y al capricho. Es una pena: los cineastas necesitamos confrontar nuestros Films con un juicio severo y sagaz. Necesitamos que nos vapuleen, y que nos obliguen a mantenernos despiertos y a pensar sobre nuestras obras. ¿Es eso lo que hace tu crítica sobre “Los salvajes”? ¿Invita a pensar? ¿Qué podemos hacer con tu crítica quienes pensamos que tus afirmaciones unilaterales son falsas, y que”Los salvajes” es una gran película? En mi opinión, tu crítica sólo aspira a hacer daño. No es inteligente, es apenas visceral. Es producto de la irritación, no del pensamiento. “Los salvajes” es un film de una ambición inmensa, y es precisamente esa ambición lo que parece enfurecerte. No puedo imaginar de donde procede tanta furia, pero sé que no es suficiente para justificar un exabrupto épico sin otra intención aparente que sepultar, al término de un festival, a un film valiente, que se ha atrevido apenas a intentar hacer algo que no se había hecho, y que, a juicio de muchos, lo ha conseguido.
Durante años nos interpelaste, nos hiciste pensar y nos diste miedo, pero ese miedo nos hizo ser mejores. Nada de eso ocurre ya. Te has convertido apenas en un viejo dictador, dañino y solitario, que sólo encuentra regocijo en el ejercicio cruel del poco poder que le ha quedado. Sólo eso.
Nada más lejos de la civilización; nada más cerca de la barbarie.

-Mariano Llinás


lalectoraprovisoria Dice:

Llinás. Como para confirmar lo que digo, no se te ocurre mejor idea que este ataque personal donde me caracterizás como un perdedor viejo, dañino y solitario que ejercita con crueldad el poco poder que le queda. Procedés así como los protagonistas de Los salvajes, con esa arrogancia que la ambición inspira, usando tonterías retóricas y sentimentales para justificar el ataque. De hecho, jamás aceptaste críticas, ni mías ni de nadie, sobre las películas con las que de un modo u otro estás involucrado. Esta comedia ya la hiciste en otros Baficis.

Efectivamente, soy viejo, solitario y no tengo ningún poder. Soy el candidato ideal para la guerra del cerdo de los cineastas jóvenes descontentos. Pero nunca me interesó el poder, ni fui cruel ni encontré regocijo en dañar a nadie. Si me tuviste miedo, ese es tu problema. Los salvajes me parece una mala película, sin ética ni rigor ni honestidad. Eso es lo que tengo contra ella. Antes, cuando era buen crítico, y ahora que soy malo, siempre hablé de lo mismo.
-Quintín